El término jerogíficos se refiere al sistema de escritura usando símbolos inventado por los antiguos egipcios. Se cree que los egipcios desarrollaron este sistema hacia el 3200 a.C. Los primeros jeroglíficos se usaron en tumbas.
¿Qué son los jeroglíficos?
La palabra jeroglífico significa palabras de dioses. Los antiguos egipcios creían que los jeroglíficos eran sagrados, por eso se inscribían en edificios religiosos como los templos.
Se ha descubierto que hay tres tipos diferentes de jeroglíficos egipcios:
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Phonogramas, son signos que representan un sonido específico. Algunos corresponden con el sonido de dos o más letras.
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Ideogramas, representan ideas en vez de sonidos. Algunos ejemplos son los jeroglíficos que representan los dioses.
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Determinativos, son jeroglíficos que no se pronuncian sino que aclaran el significado de una palabra o indican el fin de una palabra, ya que los antiguos egipcios no utilizaban espacios entre palabras.
Estos jeroglíficos egipcios no tenían vocales escritas, por lo que no se conoce la pronunciación exacta.
Se podían leer verticalmente, horizontalmente, de derecha a izquierda o de izquierda a derecha. Los signos revelan cuál es la dirección en que deben ser leídos. Algunos objetos tenían inscripciones que se podían leer en dos o más direcciones.
Además los egipcios creían en el equilibrio de los objetos, por lo que si una inscripción estaba en una lado de una ventana, el jeroglífico se leía en la dirección contraria.
Los jeroglíficos egipcios en el día a día
Se cree que cuando se comenzó a escribir había unos 700 signos. Sin embargo hacia el año 300 a.C había más de 6000 signos en el lenguaje escrito.
Muchos de ellos provenían de la vida diaria o de la naturaleza. Algunos animales como el león o el búho representaban sonidos o ideas, mientras que determinadas formas representaban por ejemplo una casa.
Sin embargo, no todos los jeroglíficos significaban lo que representaban. Por ello, era necesario una formación especializada para leer y entender este sistema de escritura.
Solo la élite egipcia, que representaba el 3% de la población podía leerlos. Entre ellos, el faraón y su entorno, los nobles, los sacerdotes y los escribas.
Los escribas debían ir a colegios especiales y solían comenzar su formación a los 12 años. Para empezar debían aprender unos 200 signos diferentes.
Las personas con un conocimiento básico conocía alrededor de 750 palabras, mientras que un escriba cualificado tenía que memorizar unos 3000 jeroglíficos.
A pesar de este gran esfuerzo a nivel mental, recibían una gran recompensa. Tenían un buen salario y tenían una posición social más alta que el resto de trabajadores.
Los escribas tenían dos formas de trabajo. Para las inscripciones en edificios o objetos, ellos pintaban sobre la piedra y más tarde un obrero picaba la piedra con esa forma. Para otros fines utilizaban papiros, una especie de papel hecho a partir de plantas, en los que escribían con pinceles de caña y tinta de diferentes colores.
Con el tiempo se desarrollaron otros dos sistemas de escritura:
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Escritura hierática, era una forma menos complicada de escribir signos. Los escribas lo utilizaban para escribir en documentos oficiales porque era más rápido. Siempre se escribía de derecha a izquierda. Aunque son muy parecidos, el hierático no es una evolución de la escritura jeroglífica, sino que se desarrollaron de forma paralela.
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Escritura demótica, se desarrolló hacia el 660 a.C. Es una forma abreviada de la escritura hierática que permitía escribir aún más rápido.
Tras la conquista del antiguo Egipto por parte de los griegos, el conocimiento de los jeroglíficos comenzó a desaparecer, ya que la familia real y gran parte de la élite comenzó a hablar griego. Con la conquista de Roma, el proceso se agravó aún más.
La piedra Rosetta
Hace un tiempo, existían diferentes opiniones sobre los jeroglíficos. Unos opinaban que significaban la idea que representaban mientras que otros pensaban que no seguían unas reglas específicas y nunca se podrían descifrar. Hasta que el descubrimiento de la piedra de Rosseta lo cambió todo.
Cuando Napoleón invadió Egipto se llevó con su expedición a varios estudiosos. En 1799, cerca de la ciudad de Rosetta, las tropas napoleónicas encontraron una piedra llena de inscripciones. Los estudiosos se dieron cuenta de que tenían el mismo mensaje escrito en jeroglíficos, en demótico y en griego.
Sin embargo, los ingleses atacaron a los franceses y se quedaron con esta piedra.
En 1802 se tradujo la inscripción en griego. Fue Ptolomeo V quien ordenó inscribir esta piedra para conmemorar un edificio sagrado donde los antiguos egipcios adoraban al faraón y a sus antecesores. La inscripción explica con qué frecuencia los sacerdotes van a hacer ciertos sacrificios y rituales.
Thomas Young comenzó a estudiar la piedra en el año 1814. Identificó el nombre de Ptolomeo y fue el primer académico en darse cuenta que algunos jeroglíficos eran fonéticos, y que sí que seguían ciertas reglas.
Young sentó las bases para el posterior trabajo de Jean-François Champollion, quien comenzó traduciendo los nombres de Ptolomeo y Cleopatra. Champollion identificó signos que representaban sonidos en cada nombre.
A partir de ahí dedujo que significaban los demás signos basándose en la pronunciación griega de cada nombre. Los dos primeros nombres egipcios que pudo traducir fueron Ramsés y Tutmosis.
Champollion, además, fue el primero en identificar los determinativos. Gracias a su trabajo se facilitó la difícil tarea de comprender los jeroglíficos, que otros posteriormente completaron.