Cayo Casio Longino y Marco Junio Bruto son dos de las figuras más emblemáticas de la antigua Roma, conocidos principalmente por su papel en el asesinato de Julio César el 15 de marzo del 44 a.C. Este acto, motivado por sus convicciones republicanas, transformó a Casio y a Bruto en símbolos de la resistencia contra el poder absoluto. Sin embargo, su historia va más allá de la conspiración: ambos procedían de familias prominentes y desempeñaron papeles importantes en la política y las guerras civiles de la época. Este artículo explora sus orígenes, motivaciones y el desenlace trágico que siguió al asesinato de César, así como su impacto en la historia de Roma.
Orígenes
Cayo Casio Longino provenía de una familia de la aristocracia romana y había sido un destacado militar y político. Era conocido por su astucia y capacidad estratégica en el campo de batalla. Su carrera militar incluyó éxitos notables en las guerras contra Partia, lo que le ganó reconocimiento entre sus pares. Casio tenía una visión profundamente republicana de Roma y creía firmemente en la necesidad de preservar las instituciones tradicionales de la República, las cuales se hallaban amenazadas por el creciente poder de César.
Por su parte, Marco Junio Bruto tenía un linaje notable. Era hijo de Servilia, una mujer influyente en Roma y amante de Julio César, lo que añadía una capa de complejidad a la relación entre César y Bruto. Aunque inicialmente Bruto fue un partidario de Pompeyo durante las guerras civiles, después de la derrota de éste y la posterior victoria de César, Bruto se reconcilió con el vencedor y recibió su perdón. Este acto de clemencia y la relación personal que compartían César y Bruto hicieron que la traición de Bruto fuera especialmente dolorosa para César y simbólica para la posteridad.
A lo largo de su vida, Bruto mostró una inclinación hacia la filosofía estoica y un compromiso con los valores republicanos. Su formación filosófica y sus convicciones políticas se entrelazaron con el tiempo, llevándolo a ver el creciente poder de César como una amenaza a la libertad romana. Esta perspectiva compartida con Casio fortaleció su alianza, lo que finalmente los llevó a planear el asesinato de César.
La conspiración contra Julio César
La conspiración para asesinar a Julio César surgió de la preocupación de que sus reformas y su concentración de poder conducirían a una monarquía o tiranía. César había sido declarado dictador vitalicio en febrero del 44 a.C., una designación que muchos senadores, incluyendo a Casio y Bruto, interpretaron como una amenaza directa a la República. Además, la popularidad de César entre las masas urbanas y el ejército parecía asegurarle un poder absoluto, algo que Casio y Bruto no podían permitir.
Casio fue uno de los principales impulsores de la conspiración. Convenció a Bruto para que se uniera, argumentando que el asesinato de César era la única forma de restaurar la República y evitar la instauración de una monarquía en Roma. La inclusión de Bruto en la conspiración fue fundamental, ya que su reputación de integridad y su parentesco con César le otorgaron una legitimidad moral que Casio no poseía. Para muchos en Roma, Bruto representaba la última esperanza de la República.
La conspiración fue cuidadosamente organizada. El día elegido fue el 15 de marzo, durante una sesión del Senado en el Teatro de Pompeyo. En total, más de 60 senadores participaron en el complot, uniendo a hombres de distintas facciones políticas. Aquel fatídico día, los conspiradores rodearon a César y lo apuñalaron múltiples veces. Según la leyenda, César, sorprendido al ver a Bruto entre sus atacantes, exclamó la famosa frase: «¿Tú también, Bruto?» Este acto, conocido como los Idus de marzo, selló el destino de Roma.
Consecuencias inmediatas del asesinato
El asesinato de César no tuvo las consecuencias esperadas por Casio y Bruto. En lugar de restaurar la República, el acto desató un período de inestabilidad y conflicto en Roma. Al principio, los conspiradores no lograron el apoyo popular que esperaban. El pueblo romano, al que César había favorecido con reformas sociales y distribuciones de tierras, reaccionó con furia al asesinato de su líder. En su funeral, Marco Antonio, antiguo aliado de César, pronunció un discurso que inflamó aún más a la multitud en contra de los asesinos.
Tras el asesinato, Casio y Bruto se vieron obligados a huir de Roma. Aunque intentaron reunir a sus partidarios en las provincias orientales y prepararse para la guerra, su posición era complicada. Los herederos políticos de César, Marco Antonio y Octavio (el futuro emperador Augusto), se unieron temporalmente en el Segundo Triunvirato para vengar su muerte. La alianza entre Antonio y Octavio creó una fuerza poderosa que pronto buscaría confrontar a los asesinos de César.
La batalla de Filipos y el trágico final de Casio y Bruto
La persecución de los asesinos de César culminó en la batalla de Filipos en el año 42 a.C. Bruto y Casio, quienes habían consolidado sus fuerzas en Macedonia, enfrentaron al ejército del Segundo Triunvirato. La batalla se libró en dos enfrentamientos distintos. En la primera fase, Casio fue derrotado por Marco Antonio y, creyendo erróneamente que Bruto también había sido vencido, decidió suicidarse, arrojándose sobre su propia espada.
Bruto, al conocer la muerte de Casio, quedó profundamente afectado pero continuó la lucha. Sin embargo, en la segunda fase de la batalla, el ejército de Bruto fue derrotado y él también decidió quitarse la vida antes de ser capturado. Con la muerte de Bruto y Casio, la esperanza de restaurar la República se extinguió, y el poder absoluto pronto recaería en Octavio, quien se convertiría en el emperador Augusto, iniciando así el período imperial.
Legado de Casio y Bruto en la historia de Roma
Casio y Bruto pasaron a la historia como figuras controversiales. Para algunos, fueron héroes y mártires que sacrificaron sus vidas en un intento por salvar la República. Para otros, fueron traidores que acabaron con un líder amado y provocaron una serie de guerras civiles que desembocaron en el fin de la República. Sus nombres quedaron ligados para siempre al asesinato de César y a la lucha entre la libertad republicana y el poder autocrático.
El legado de ambos se vio reflejado en las posteriores visiones de la historia romana. En la literatura y en la cultura occidental, el asesinato de César ha sido interpretado como un acto de valentía y de traición a partes iguales. Casio y Bruto, en particular, han sido representados en diversas obras como figuras complejas que enfrentaron dilemas morales profundos y cuyo acto de violencia fue tanto un grito de libertad como un trágico error que selló el destino de la República.
Bibliografía
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