Julio César nació el 12 de julio del año 100 a.C. Hijo de un pretor que gobernó la provincia de Asia, Cayo Julio César, y de Aurelia, una noble patricia. Ambos seguían la ideología popular, que pretendía democratizar el gobierno y conceder más derechos a las clases más bajas, y se oponía a los optimates. Los optimates buscaban conseguir más poder para los nobles. Los optimates y los populares no eran partidos políticos, sino más bien ideologías, independientes de las clases sociales. El hecho de atraer a los ciudadanos en busca de apoyo, en vez de conseguir la aprobación del Senado o de otros patricios, le será muy útil en etapas posteriores de su vida.
Los inicios de Julio César
Su padre falleció cuando él tan solo tenía 16 años. A esa edad se convirtió en padre de familia. César entendía que lo mejor para su familia sería pertenecer al clero y consiguió ser nominado para el puesto de Alto Sacerdote de Júpiter. Los requisitos mínimos para conseguir tal puesto eran ser patricio y estar casado con una mujer patricia. Por ese motivo, César rompió su compromiso con una joven plebeya y se casó con Cornelia, hija de Lucio Cornelio Cina, miembro muy influyente de los populares.
Cuando Sila se declaró dictador comenzó una gran purga de sus enemigos y de todos aquellos que seguían la ideología popular. César se encontraba entre ellos. Sin embargo, su sentencia a muerte fue anulada gracias a la intercesión de su madre. Aún así, fue relevado del cargo de Alto Sacerdote de Júpiter y le confiscaron la dote que recibió al casarse. Ante esta situación, César decidió unirse al ejército.
Durante esta etapa de su vida, demostró sus grandes cualidades como soldado, e incluso llegó a recibir la corona cívica por salvar una vida en batalla. A la muerte de Sila, marchó de vuelta a Roma para trabajar como orador (lo que hoy en día sería un abogado). Fue todo un éxito y le sirvió para empezar a ser conocido en Roma como un elocuente orador.
En el año 75 a.C, mientras navegaba hacia Grecia, fue raptado por unos piratas, que pidieron por él un rescate. Se dice que cuando los piratas establecieron el rescate en veinte talentos, César reivindicó que él valía por lo menos cincuenta. Durante su tiempo en cautividad fue tratado bien y mantuvo una buena relación con los piratas. Les decía constantemente que cuando fuera liberado, haría todo lo posible por encontrarlos de nuevo y crucificarlos, y así poder recuperar su propia dignidad y la de su familia. Esta promesa, que los piratas entendieron como una broma, se cumplió después de ser liberado. Fueron crucificados. Pero antes fueron asesinados, de forma que su sufrimiento no se alargase. Esta fue la concesión que César les permitió gracias al buen trato que recibió de ellos. Esta anécdota es un gran ejemplo de que César cumple todo lo que dice. Una característica que mantendrá durante toda su vida.
El primer triunvirato
De vuelta en Roma, César fue elegido tribuno militar, un cargo oficial del Estado Romano. Tras morir su mujer Cornelia, se casó con Pompeya, quien era rica, optimate y nieta de Sila. Su popularidad en Roma comenzó a crecer. Se codeaba con los hombres más influyentes en la ciudad, como Cneo Pompeyo, más tarde conocido como Pompeyo el Grande. Se hizo gran amigo de Marco Licinio Craso, el hombre más rico de Roma en aquel tiempo. Se piensa que fue él quien pagó la candidatura de César a Pontífice Máximo, el cargo más poderoso en la religión romana, que ganó en el año 63 a.C. Un año más tarde fue elegido Pretor. Se divorció de Pompeya tras un escándalo en el que ella estaba implicada con otro hombre. En el año 61 a.C se dirigió hacia Hispania como gobernador de esta provincia.
En Hispania, César derrotó a las tribus guerreras y llevó estabilidad a la región. Pero, lo más importante, se ganó el respeto y la lealtad de sus tropas gracias a su gran habilidad como general. A su vuelta a la capital del imperio, cerró un acuerdo con Pompeyo y Craso, conocido actualmente como el Primer Triunvirato, aunque en aquella época nadie lo llamaba así.
César se casó con Calpurnia, la hija de un adinerado y poderoso senador popular. Además, casó a su hija Julia con Pompeyo, lo que reforzaba las relaciones entre ellos. Los tres hombres gobernaron Roma. César consiguió ser uno de los dos cónsules, gracias al dinero de Craso y el prestigio de Pompeyo. Las leyes más destacadas que promulgó fueron una reforma del gobierno y la redistribución de tierras a los más pobres. Medidas por las que los populares habían estado luchando mucho tiempo, y por las cuales se ganó el odio de los optimates. Tras este año de gobierno, César quedó gravemente endeudado y perdió el prestigio que había conseguido. Para paliar esto, sus compañeros del Triunvirato cumplieron con su palabra y César fue nombrado Gobernador de las Galias en el año 58 a.C.
La conquista de las Galias
César sabía que la mejor forma de recuperar el prestigio y poder pagar sus deudas era conseguir nuevas victorias en el campo de batalla. Y así lo hizo. Al igual que en Hispania, derrotó a todas las tribus locales de las Galias. Protegió las fronteras de esta provincia, de modo que ninguna otra tribu se atrevió a invadirla. Y, además, invadió dos veces la Britania, lo que supuso la primera incursión de los romanos en las Islas Británicas. En el año 52 a.C venció al líder Vercingetorix en la batalla de Alesia, con lo que completó el dominio total de la provincia. César ya había conseguido todo lo que necesitaba. Era hora de volver a Roma.
En Roma, el primer Triunvirato se había desintegrado. Craso había fallecido en la guerra y Julia había muerto cuando daba a luz. Pompeyo volvió a alinearse con los optimates, a los que había favorecido durante tanto tiempo. Él era ahora la única potencia política y militar que gobernaba la ciudad. Además, tenía la orden del Senado que obligaba a César a terminar su mandato en las Galias y volver a Roma como un ciudadano normal. De esa forma, podría ser juzgado por los actos que llevó a cabo durante su consulado.
El encuentro con Cleopatra
En vez de volver a Roma como se le ordenó, César cruzó el río Rubicón con sus tropas y marchó hacia la ciudad en el año 49 a.C. Esto fue considerado como un acto de guerra, ya que este río separaba la frontera entre la provincia de la Galia y Roma. Pompeyo decidió enfrentarse a él en Grecia, donde fue derrotado en la batalla de Farsalia, a pesar de que las tropas de César eran inferiores en número. Sin embargo, consiguió escaparse de la batalla y se dirigió hacia Egipto, donde esperaba encontrar aliados tras el tiempo que estuvo allí. Pero las noticias de su derrota llegaron antes que él. Los egipcios pensaban que los dioses favorecían a César, y Pompeyo fue asesinado nada más desembarcar.
César, al llegar a Egipto, denunció la atrocidad del asesinato de Pompeyo y declaró la ley marcial. Se hizo cargo del palacio real, e hizo buscar a Cleopatra VII, quien había sido depuesta en el trono por Ptolomeo XIII y se encontraba en el exilio. César le devolvió el trono a Cleopatra e inició la guerra entre sus legiones y el ejército egipcio. César y Cleopatra aguantaron durante seis meses asediados en el palacio real hasta que llegaron los refuerzos desde Roma y derrotaron a los egipcios.
Los dos comenzaron a ser amantes al poco tiempo de conocerse, quizás ese mismo día, y él permaneció en Egipto durante nueve meses. En el año 47 a.C, Cleopatra dio a luz un hijo, Ptolomeo César (apodado Cesarión), quien fue proclamado su heredero y sucesor al trono.
En esas fechas, se organizó una rebelión en Asia menor. César dejó a Cleopatra como gobernadora y se dirigió allí, donde derrotó a los pueblos rebeldes. Después centró su atención en sus enemigos en Roma. En la batalla de Tapso, cerca de la actual Túnez, derrotó a las fuerzas de los optimates. Tras una genial campaña militar, volvió triunfante a Roma en el año 46 a.C.
La época de dictador y de reformas
Cleopatra esperaba que César reconociera a Cesarión como hijo legítimo y le nombrara su heredero. En cambio, este privilegio recayó en Cayo Octavio Turino, su sobrino nieto, más conocido como Octavio. Lo que sí hizo, sin embargo, fue trasladar a Cleopatra, su hijo y todo su entorno a una cómodo casa en los entornos de Roma. Un lugar que visitaba con frecuencia, a pesar de que él seguía casado con Calpurnia. Aunque el Senado parecía molesto, ya que la bigamia estaba prohibida, César fue declarado en el año 46 a.C. como Dicator Perpetuus, es decir, que ostentaría el cargo de dictador para toda su vida. A pesar de lo que la mayoría de la gente pueda pensar, César nunca fue nombrado Emperador.
Durante ese tiempo, realizó numerosas reformas que eran grandes objetivos de la ideología popular, como una mayor distribución de tierras entre los pobres, una reforma del sistema de entrega de tierras a los veteranos de guerra o abolir el sistema de impuestos. En general, eran medidas que sentaban mal a los integrantes del Senado, que eran en su mayoría de ideología optimate. César gobernaba sin tener en cuenta la opinión del Senado. Reformó el calendario, creó un cuerpo de policía, ordenó la reconstrucción de Cartago … En general, fue una época muy próspera, pero los senadores temían que acumulara tanto poder que pudiera abolir el Senado y reinara de forma absolutista.
La muerte de César y sus consecuencias
El 15 de marzo del año 44 a.C. César fue asesinado por un grupo de senadores en el pórtico de la basílica de Pompeyo el Grande. Entre los asesinos destaca la presencia de Marco Junio Bruto, la segunda opción de César en su elección de heredero. César recibió 23 puñaladas y murió en la base de la estatua de Pompeyo. Sin embargo, los asesinos cometieron el error de no planear qué pasos seguirían tras este acto. De ese modo, Marco Antonio, el primo y mano derecha de César, siguió con vida. Marco Antonio se convirtió en la voz del pueblo romano contra los asesinos de César. Gracias a su alianza con Octavio, consiguió derrotar a las fuerzas de Bruto en la batalla de Filipos en el 42 a.C.
Tras la victoria, Marco Antonio comenzó un romance con Cleopatra. Octavio pensó que esto suponía una gran amenaza para Roma, pues Cleopatra seguía siendo la reina de Egipto. Los antiguos aliados se midieron en el campo de batalla, donde Octavio resultó el vencedor. Tras su derrota, Marco Antonio y Cleopatra se suicidaron. Octavio ordenó la muerte de Cesarión y el reino de Egipto se convirtió en una provincia romana. Tras consolidar su poder en Roma, Octavio se declaró el primer emperador romano. Convirtió en una deidad a Julio César y, como hijo adoptivo, se declaró hijo de un dios. Además, tomó el nombre de Augusto César, en su honor, una práctica que adoptarían todos los emperadores posteriores. De este modo, se acaba el periodo de la República Romana y comienza el Imperio Romano.
Bibliografía
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